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Luis Hernández - Mercurio o el tiempo que fue (y otros poemas)

Kenneth Patchen - Poemas

E. A. Westphalen - Belleza de una espada clavada en la lengua

Desunión

Carlos Mayhua Terreros

Antología de poemario inédito del mismo nombre. Los textos han sido
reordenados para esta muestra electrónica.
Carlos Mayhua vive en Lima.

 

 

 

 

Primera parte

 

Segunda parte

 

Tercera parte

 

 

 

       

       

Primera parte

 

 

I

 

En tus ojos hay leones enamorados del crepúsculo
Los nombres de todos los habitantes del planeta
Reunidos para contarse los sueños de la noche anterior
En tus ojos hay un miedo vencido por tu piel desnuda
El paso de las cebras que serán sacrificadas
En tus ojos hay una cantidad soberbia de bastones
Para el uso de millones de ciegos
En tus ojos se pasea la vida como si la muerte no existiera
Vives en tus ojos conmigo en un lugar alejado y escondido
En tus ojos no hay casas de campo ni silencio o paz
Para escuchar el canto de los pájaros
Hay bosques llenos de hombres y cortinas de lágrimas
Y pájaros que cantan para nadie
En tus ojos hay niños tomados de las manos
En los acantilados seduciendo a los piélagos
Círculos de amigos mirándose para darse calor
En tus ojos hay letreros como miradores en un desierto
Caravanas sedientas en pos del espejismo
En tus ojos hay arena suficiente para ahogarnos a los dos
Y lágrimas para llorar a todos tus semejantes
La noche encuentra en tus ojos una especie de posada
Una cama para dormir hasta el amanecer
En tus ojos hay un mar sin tierra a la vista
Barcos que se hunden y náufragos que abren la boca
Tablas de salvación hechas de palabras
Que se escurren como agua por las mejillas
En tus ojos tiembla la prueba de este descenso
La huella del hombre derrumbado sobre la tierra
En tus ojos una idea sabe hacer el infierno
El reflejo de mi mano que te acaricia está en tus ojos
En tus ojos hay un continente de memoria
Tristeza que es al cuerpo lo que el rocío es a las hojas
En tus ojos respira la alegría crepitante de fogatas
Rodeadas por salvajes
Bandadas de aves henchidas de migas de pan
Sobrevuelan el cielo en tus ojos
En tus ojos hay espejos para que los niños se comprueben
Y leña suficiente para pasar el invierno
En tus ojos hay hombres perdidos con ojos abiertos
Y hombres sin ojos esperando el final
En tus ojos hay habitaciones vacías y un largo corredor
Gastado por una persona solitaria
En tus ojos hay tigres prendados del sol

 

 

 

II

 

Para mañana la vida
Para mañana el cielo lleno de alas como soles como espejos para los ciegos
Para mañana una infinita sucesión de momentos perfectos como un sueño
Que no se detiene en el amanecer en el canto de los pájaros en las
ventanas abiertas
Para mañana la tierra iluminada por los cuerpos libres como velas encendidas
en manos de niños
Solitarios en mansiones bellamente amuebladas
Para mañana la violencia de la piel el espasmo de la garganta la fractura de
la cadera
Para mañana ojos tan inocentes que sólo verán variaciones de luz
Para mañana perlas imaginarias rodeando cuellos imaginarios y delicados en fotografías
Demasiado oscuras tomadas con los ojos con el sol detrás
Para mañana el tiempo como agua desapercibida para los peces
Para mañana el corazón que estalla a cada instante como un crepúsculo
sobre la tarde
Para mañana las hojas de los árboles como páginas para siempre en blanco
Para mañana tu boca abierta como un bello libro sin palabras como una
cueva
Sin hombres ni fogatas creadoras de las sombras
Para mañana los canarios los buitres las hienas los tigres hermosos como
abrazos lujosos
Para mañana la respiración como una marea de sangre como un desmayo
Para mañana los besos como flores que se abren como orillas suaves hasta
la inexistencia
Para mañana los diamantes ornando los brazos para siempre dormidos
de los trinos
De las aves que no escriben libros sobre las ramas de los árboles
Para mañana la ausencia del lago de tedio apenas perturbado por miles de
canoas de colores
Brillantes como las miradas de los viajeros muertos sobre sus mapas para
no perderse
Para mañana el amor como puestas de sol en las pupilas de los gatos
Como una insolación detrás de las nubes como una hojarasca en el bosque
como días
De invierno o de verano
Para mañana las estrellas fugaces iluminando los siglos las noches
En el silencio onomatopéyico de las bocas en ruinas o en ciernes
Para mañana las huellas de las yemas de los dedos en la tierra sin crimen
para nadie
Para mañana los viajes como el más simple de los movimientos de cabeza
que es capaz
De trastornar todo el campo visual toda una vida
Para mañana las cebras escapando o no por centímetros de las zarpas de
los depredadores
En los pastizales anaranjados como una pintura esculpida por la tarde
Para mañana la pasión como dentelladas y degluciones como incursiones en
el mar
En el fango que queda tras los meses de lluvia o de sequía
Para mañana los instantes eternos
Para mañana tu cuerpo como la elipse formada por el vuelo de las gaviotas
que se dirigen
Desde ningún lugar hacia ningún lugar
Para mañana el sexo de los caracoles deslizándose violentamente según su
propio ritmo
Entre la maleza acechada por la sombra del tiempo dictado por los colores
de los jardines
Salvajes que nadie ve
Para mañana el sur el norte el este el oeste en tu frente de viento
Para mañana los huracanes gigantes sin tus cabellos para jugar sin casas
para destrozar
Para mañana tus manos de paisaje sobre mis ojos de piedra sobre mi espalda
de campo
Antes cultivado ahora echado a perder
Para mañana la ausencia del miedo como una superficie blanquísima y
delicada
Sólo alterada por el terror de las venas tensas de la velocidad de la luz
Para mañana tus ojos cerrados como un puñado de tierra sobre un mar
Para mañana la memoria derramada como una brizna de hierba en un campo
de hierba
Para mañana los lobos del cuerpo cayendo en los abismos del agua o del aire
Para mañana los gamos en los bosques que nunca serán retratados
Los silencios hundidos como latidos los horizontes transparentes los lienzos
abandonados
La canción más dulce sin labios sin palabras sin idea de lo blanco o de lo
negro
Para mañana la muerte

 

 

 

 

 

Segunda parte

 

 

III

 

Tus cabellos agitados en la imaginación
son mi pesadilla.

Amo los vientos a los que te expones
sin vestimentas,
¿de qué prados sin brisa colgados en las paredes
de las casas de las ciudades
escapas?
Ellos me son indiferentes.

Hay gratitudes grises que no alcanzan en un lienzo
lleno de color,
ecos de ecos de cuerpos en caídas
que no acaban.

Tenemos ya formado nuestro mar de pasión donde morir.
Siento que duermes velando largamente por mi sueño.

 

 

 

IV

 

El rostro del reloj sin manecillas se parece demasiado
a tu rostro.

En qué lugar de la llanura se encuentra el pozo
de tu emoción, qué rigidez es capaz de devastar
las sonrisas que escondiste
para preservarnos.

Olvida tus preguntas en la contemplación de tu
propia sombra por un segundo
y cree a ciegas en las marcas de tus brazos mordidos
por los niños que cargas
y no somos nosotros

y luego, retoma tu destino: perdonarle todo al demonio
pero ni un gesto al creador,
déjanos caer a la casa del suelo y vete
a fecundar con tu cuerpo tus pesadillas.

 

 

 

V

 

El vaivén de la sombra del cuerpo llora la noche.

Tú destrozabas -ocupando- un lugar en los altares de luz:
creemos que no te venciste al beso del tedio del
entresueño del final de la habitación enorme,
¿puedes jurar, por tu carne, que tu duda
era sincera?

En nuestras peores pesadillas llegamos a tocarte,
y cuando despertábamos, teníamos
el cuerpo impregnado de tu cara: lagos helados en perpetuo
apocalipsis.

La ternura se pierde en nuestra faz como una gota.
Tu lento movimiento es ya el péndulo de nuestro
auténtico tiempo.

 

 

 

VI

 

Tu cuerpo desnudo herido por el cerco de todos los demás cuerpos
cubiertos
presiente ya el duro atardecer del acantilado abierto como una
herida superior ante tus ojos.

Bandadas negras en ebullición sobrevolaban cruzando los campos
de trigo en tu cabeza, gotas de hombres sobre el oro,
caminos de entristecidos rostros sobre las últimas distancias.

Tus sienes nada han olvidado.
Se entregan a nuestras manos que preparan todo para ver
enamoradas y leales
como un golpe de luz el golpe de tu cuerpo al despertar.

 

 

 

VII

 

Ya sólo es el sonido del cuerpo vestido
por el agua.

Ya no hay orillas ni puerto
Sólo mar

 

 

 

 

 

Tercera parte

 

 

VIII

 

Gemidos de animales en lo más dormido de la noche.
El caos cabalgaba movimientos desbocados, luz en la luz,
ojos para mirar el espacio en blanco.

Ahora sienten que deben cerrar los ojos para mirarse
y ocultan en las cuevas el homicidio, los utensilios
personales, los espejos rotos en millares de pedazos.

Esta es la caída de agua que todo lo humedece, la
cadencia de la caída, el temblor de la sombra bajo
la frialdad del sol, la boca que se abre para cerrarse.

 

 

 

IX

 

La nebulosa se abre, es hora de que la imagen
capturada sangre bajo la capa de marfil,
en los hilos enredados del imperio de la sal,
en las manos cansadas de los hombres envueltos en
sus redes.

Oh esperanza, eres la bruma que esconde a
la playa,
manotazos de ahogado de quien no se quiere salvar.

 

 

 

X

 

Estas son tus falsificaciones, los muñecos
rotos que no saben de las posiciones incómodas.

Este es tu sino, el viento contra tu cabeza
calva, cosa con idea de cosa entre las cosas.

 

 

 

XI

 

Ahora los fantasmas de tu cabeza guardan silencio, tú
hablas.

Ellos permanecen mudos junto a las paredes
como haciendo espacio para el paso de la callada caravana.

 

 

 

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