Contra el Arte como instancia metafísica porque con sus pretensiones de trascendencia resulta incapaz de generar el más mínimo acontecimiento que escape, siquiera por un momento, de la feroz tutela de la Realidad. Realidad que no es, en el fondo, sino una falaz construcción cultural tras la que se oculta nuestra impotencia para aceptar la insignificante situación que ocupamos en el mundo. Y es que, tras la entrada en crisis y posterior derrumbe de los postulados vanguardistas, son muchos (demasiados) los que considerándose sus herederos putativos reclaman el usufructo de un legado que, por derecho, a nadie pertenece; mucho menos a quienes sólo pueden vanagloriarse de haber conseguido transformar lo que fuera concebido como una «máquina de guerra», capacitada para trazar creativas líneas de fuga, en el brazo acicalado e ilustrado del actual Dominio Espectacular.
Por eso, ahora mismo, todo lo que se está haciendo desde el territorio del ARTE, no parece encaminado sino a la consolidación de su propio estatus en el entramado de la Cultura del Espectáculo. Operación que se está llevando a cabo con tanto éxito que, en muy poco tiempo, ha convertido al Museo en la institución sacra por excelencia [1]. Consideración ésta que ha sido aceptada hasta por quienes han hecho bandera de su ignorancia y su desprecio por estos temas. Y contra este «Estado de las cosas» parece que ya no resultan operativas ni las críticas ni los juicios razonables. Y no porque sean silenciadas o ignoradas, que también, sino porque todo aquello que no adopte de partida la lógica del Espectáculo [2], aunque consiguiera ver la luz, acabaría siendo sepultado de inmediato por las toneladas de artísticas memeces que se publican, a diario, en las páginas y suplementos de Cultura –y a las que su evidente irracionalidad, por desgracia, no hace más lúcidas–. La verdad es que tampoco se puede esperar gran cosa del sector Crítico-Cultural dado su alto grado de especialización en hacer lo que se debe aunque sea diciendo lo que no se debe. Ni siquiera albergamos esperanzas respecto a los propio artistas –al menos mientras sigan actuando como tales–, ya que incluso su propia rebeldía, en el caso de que la hubiera, estaría de antemano desactivada por la propia Institución que, astutamente, la tiene asumida como uno de sus paradigmas. En el mejor de los casos, no nos engañemos, todo lo producido por y desde el ARTE acabará siendo engullido y socialmente desactivado por el mejor papel couché del Mercado – y la foto de los protagonistas en el próximo suplemento del Arte es el precio que, hoy por hoy, está siendo acordado y comúnmente aceptado [3].
Pero también es verdad que ante esta situación ya no hay retroceso posible y todos los implicados sabemos que lo que se fue quedando en el camino, tras la pérdida de la Obra de Arte y de la fe en el Progreso, es algo irrecuperable. Por tanto, cualquier tentativa de vuelta atrás sería hoy una falacia tan grande, al menos, como las alocadas huidas hacia delante de quienes van corriendo tras el Futuro –o, más bien, su Futuro–.
De este modo cualquier búsqueda del sentido de la vida a través de los medios que nos proporciona la Institución ARTE queda reducida hoy a un mero simulacro vacío de sentido que, sin embargo, aparece con frecuencia preñado de nostalgias metafísicas. Tal como están las cosas, aquí y ahora, nos da la impresión de que, por no caber, a lo mejor ya no caben ni las estrategias deconstructivas –quizás, tan sólo, «la del caracol» y ni de eso estamos seguros– pues hasta la inversión concienzuda del presupuesto anterior, o sea, la posible búsqueda del sentido (o incluso del sinsentido) del arte a través del laberinto en que se ha convertido la Realidad de la vida acabaría tropezando, inevitablemente, con las infranqueables murallas de la erudición arborescente que nos está llevando, una y otra vez, a visitar los mismos lugares. Hermosos territorios desde los que no resulta difícil epatar al PÚBLICO pero desde los que nadie (nosotros tampoco) practicará ni atravesará puerta alguna.
Pero también Contra el Público
Contra el PÚBLICO, también, porque son los hombres y las mujeres los que, al constituirse como tales, reniegan de su origen, que no es otro que la gente: pura indeterminación inclasificable e incalificable, para convertirse en otra cosa, ésta sí perfectamente mensurable y controlable (y de esto algo sabemos los que hemos trabajado la performance). Es al aceptar este rol, que siempre viene impuesto desde arriba, cuando aquello que en principio era la gente se verá forzado a asumir la dinámica del grupo en el que se integra: la del Espectador. Contrafigura imprescindible para que el Espectáculo se constituya. Desde este posicionamiento, que abre un abismo conceptual entre quien hace y quien recibe, nada de lo que pueda suceder afectará en profundidad a ninguno de los implicados, pues su relación quedará condicionada por las leyes de la mediación espectacular. Y las prácticas que más afectadas se verán por ello serán, paradójicamente, aquellas cuyos planteamientos, en principio, se suponen más «radicales», tal como podrían ser la instalación [4] o la performance [5]. Será así como todos y cada uno de los actores de esta artística pantomima acabarán sustentando –y además desde abajo– las bases en las que se apoya la Sociedad del Espectáculo Integrado.
También estamos contra el PÚBLICO porque no es otro sino Él quien con su veneración y sus aplausos estimula la vanidad, la egolatría y hasta la tontería del Artista reconvirtiendo a quienes en principio sólo buscaban un medio de vida, más o menos gratificante, en histriónicos peleles mistificados incapaces de distinguir nada que esté más allá de su propio éxito o del fracaso (de los demás). Y es que, en el fondo, siempre es Él, y sólo Él, quien está reclamando –y con ello creando– los nuevos Mitos que, ahora, nacen y mueren cada día. Y por eso nos tememos que será Él quien, finalmente, acabará necesitando de nuevo a los Héroes (como ahora le están haciendo falta los Deportistas) para que le sirvan de espejo deformante y le indiquen, de nuevo, el viejo camino a seguir. Aunque también esperamos que sea Él (el propio Dios Mass-mediático hecho carne de audiencia) quien nos libre de nuevas hornadas de Artistas Heroicos, puesto que son ellos los que al final de la "batalla", con más fervor saludan las ovaciones de su PÚBLICO.
Y, sobre todo, Contra los Héroes (incluidos los del Silencio)
Contra los HÉROES, sobre todo, porque no hay nada más patético que los espíritus redentores cuando consiguen formalizarse en promesa de Futuro; y es que esta construcción, tan íntimamente relacionada con el Progreso, no existe sino como trampa establecida para arrebatarnos el ahora. Aunque más estrambótico resultaría todavía si los nuevos HÉROES dirigieran su mirada hacia el pretérito primordial, puesto que hace ya mucho, demasiado tiempo, que a los monstruos del Pasado los ha devorado la vagina dentada de la Historia transformando el devenir temporal en una flecha raída, con la cola tan maltrecha, que ha acabado extraviando su destino. Pero, sobre todo, lo que no hay que olvidar es que estando, como estamos, atrapados entre dos operaciones que nos desbordan a todos individualmente, la construcción del Futuro y la destrucción del Pasado, nadie, ni siquiera los que están más arriba controlando la situación desde la cúspide del poder, puede dejar de actuar bajo la voraz dictadura del Presente Perpetuo. Por tanto, si no hay Futuro ni hay Pasado, no pueden haber, tampoco, heroicas hazañas que contar. Aquí sólo nos quedan un puñado de miserias cotidianas incapaces, por sí mismas, de despuntar.
Pero también estamos contra los HÉROES del SILENCIO que están callando sus "verdades", pues si bien es cierto que el mutismo parece la actitud más loable para quien nada tiene que decir, no lo es menos que callar resulta lo más fácil cuando nadie te está prestando atención. Y es posible, además, que haya entre nosotros algunos silencios demasiado interesados cuya finalidad última sea la de ocultar la evidencia de sus contradicciones. ¡Allá ellos! Pero, sobre todo, nadie piense que silenciando las falsedades a partir de las que se está construyendo la Realidad cotidiana conseguirá justificarla ni, mucho menos, hacerla verdadera. Como mucho tranquilizará su mala conciencia. Y hasta con esto tendrá problemas, porque la máquina que nos está controlando es, por suerte, demasiado imperfecta y, al menor descuido, aparecen fisuras y grietas por todas partes. Es por allí por donde se están escapando, a borbotones, las evidencias que demuestran que esto de la Cultura –que tantos sacrificios está exigiendo a los HÉROES que nos mandan– no es sino otra de las trampas urdidas por los de Arriba para despistar a los de abajo. Y es que el personal no es tan cretino como algunos nos quieren hacer creer. Y aunque los individuos, como tales, no sepan nunca lo que quieren, la gente sí que sabe, al menos, lo que no quiere (aunque después, por dejadez, la mayoría se esté conformando con lo que le echen).
Por eso, en estos momentos, en los que quienes ostentan la voz cantante no paran de decirnos que todo está cambiando (como siempre, para peor), resulta más necesaria que nunca la acción que sea capaz de poner en marcha al pensamiento –pero desde abajo, para que no nos pase lo de siempre–. Porque estamos derivando hacia una situación que ya reclama la protesta y hasta el grito. Aunque después no sirvan para nada. O, justamente por esto, porque no sirven. Porque cuando todo lo que "vale" tiene la necesidad de presentarse como utilitario (aunque después sólo aproveche para nada), es posible que haciendo lo que no vale, lo que no se debe, lo que no sirve (ni para la nada) encontremos algo que estando más allá del ARTE y más acá del ARTISTA y, sobre todo, por encima –o mejor por debajo– del PÚBLICO y del ESPECTÁCULO, nos demuestre, una vez más, que bajo los adoquines del pavimento siempre hay alguna playa esperándonos.
Notas:
1. En Valencia tan sólo el IVAM se ha salvado de los últimos recortes presupuestarios que han afectado a todos los campos incluyendo los de presunta prioridad social como sanidad, trabajo, educación...
2. Que se enfrenta, por sistema, al sentir de la «razón común», esa lógica que subyace, implícita, en los propios mecanismos internos del lenguaje y a la que ya aludía Heráclito (el oscuro) en sus versos: «...común a todos es el pensar...».
3. Curiosa situación ésta en la que Artistas y Artistos aceptan, con agrado, hasta las condiciones más humillantes con tal de participar en el Gran Espectáculo del Arte y que sólo puede entenderse a partir del beneplácito de los interesados en sostener el embaucamiento de la condición desalienada del trabajo Artístico (desarrollar este punto como se merece excede las posibilidades de este escrito pero sépase que hay gente trabajando en ello y que el tema no carece de enjundia).
4. Cuyo potencial revulsivo deviene ornamentación escenográfica a partir de la transformación del visitante en espectador.
5. De ahí que los laudatorios intentos que se han hecho, mayormente desde el campo de la performance, por sustituir la mediación del objeto por la presencia (¿real?) del sujeto no consigan, salvo en contadas excepciones, escapar de la telaraña re-presentacional. Esto es así porque, en la mayoría de los casos, la objetualización de quien presenta la performance no permite, tan siquiera, la disolución del sujeto que la enuncia con lo que nos encontramos ante un apuntalamiento de los roles por mucho que se hable de desbordamiento de los roles. Al respecto parece, como mínimo, curioso el planteamiento de alguna gente que apuesta por defender las “barricadas del arte” haciendo gorgoritos desde los escenarios de la institución artística.
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