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¿Es posible un Arte de izquierdas?

Domingo Mestre

Domingo Mestre es un artista visual y escritor valenciano. Integró el consejo editorial de la revista "Fuera de Banda" y es miembro del colectivo United Artists from the Museum y de la Plataforma Ex-Amics de l'IVAM. [Versión Imprimible PDF]

En principio parece que cabrían dos formas diferentes de enfocar la respuesta: por una parte, existe cierta ortodoxia formalista que, amparándose en la supuesta autonomía del Arte reivindicada por algunas vanguardias, recomienda abordar la lectura de las obras en sí, al margen de las circunstancias y de la actitud de quien las haya producido; en el extremo opuesto, cabe otro tipo de interpretación, antagónica con la primera, que considera absolutamente engañoso cualquier análisis, al menos de lo que nos es contemporáneo, que se realice sin tener en cuenta su adecuada contextualización –la cual incluye no sólo la alargada sombra que la actitud del artista proyecta sobre sus obras sino también las interferencias estructurales que, en la cosa expuesta, produce, necesariamente, toda la parafernalia «artisto-lógica» que la rodea. Defendido el primer enfoque por los sectores más ‘conservadores’ del Arte, no nos cabe más opción, al menos si queremos adoptar una perspectiva mínimamente crítica con lo que (nos) está pasando, que optar la segunda.

Intento valorar, desde este punto de vista, si sería posible considerar el Arte que se está produciendo a mi alrededor en términos de izquierdas y derechas y por mi memoria desfilan declaraciones de los Artistas que conozco y compruebo que casi nadie se confiesa «de derechas», aunque son muchos ya los que tienen el carné del Partido en el Poder (a partir de ahora PP). Otros hay que se dicen apolíticos, y se plantean lo que hacen como simple entretenimiento, trabajo o negocio, pero son los más, todavía, quienes se complacen proclamándose de izquierdas –aunque no por ello desdeñen, casi nunca, compartir mantel y portada con los sicarios del Dinero. Lógicamente, a veces –aunque no siempre– coincide que la obra de estos últimos es consecuente con sus declaraciones públicas y reivindica legítimas aspiraciones de los sectores sociales más desfavorecidos. Esto los convierte a ellos, legítimamente, en lo que se conoce como ‘Artistas comprometidos’, y a sus producciones en lo que parece debería considerarse, de pleno derecho, Arte de izquierdas.

Paradójicamente, también es de lo más habitual que quienes están produciendo, comprando, exhibiendo, subvencionando y especulando con esas obras tan ‘comprometidas’ con las más justas de las causas sean los mismos que están negando lo que en ellas se reivindica. Contrasentido que, como norma, suele ser eludido o, cuando por fin ha sido convenientemente planteado, esquivado mediante tópicos del tipo “lo que hay que valorar es el ‘potencial revulsivo’ de estas contradicciones”, “la revolución hay que hacerla desde dentro”, “los Artistas también necesitamos comer”, etc.

Nada que objetar, por supuesto, porque, con matices, entiendo y hasta suscribo este tipo de argumentos (los “united...” también comemos, etc.). Resta por aclarar, no obstante, si cabe considerar de izquierdas, de derechas –o simples ejercicios de cinismo– a este último tipo de Arte cuyo innegable carácter reivindicativo no evita que, contextualmente, el resultado final acabe reforzando la postura y los intereses del grupo antagónico a los defendidos. Cuestión nada baladí que, probablemente, requiera análisis individualizados para cada actuación o situación –y, sobre todo, más extensos de lo que nos permite la ocasión.


Quede pues la pregunta en el aire, aunque primero me permita hacer algunas observaciones: es muy diferente políticamente, al menos a nuestro juicio, intervenir en el ámbito público desde dentro o desde fuera de la institución Arte. A modo de ejemplo: insertar un artículo de corte ‘libertario’ en un periódico ultraconservador consiguiendo que éste salga sin censuras ni manipulaciones, es, sin ninguna duda, una maniobra político-cultural de izquierdas; colgar una ‘expo’ o hacer una instalación donde se reivindican cualesquiera supuestos derechos de los oprimidos en un Museo Oficial dirigido por algún mentecato vendido al PP, supone una manifestación de signo completamente diferente. Veamos por qué: en el primer caso, la intervención consigue subvertir el horizonte de expectativas del hipotético lector tipo de ese diario y, al hacerle tropezar con argumentos que escapan a su perfil ideológico, podría considerarse que ya se estaría haciendo algo a la ‘contra’ de las derechas y, por tanto, siéndose, de alguna forma, de izquierdas. En el segundo caso ocurriría lo contrario, en los Museos del Señor la ‘rebeldía’ y el ‘inconformismo’ se nos dan por obligación, quien los visita sabe perfectamente a lo que va -y quienes los dirigen saben lo que hacen y para qué se les está pagando el sueldo. En este Paraíso de mármol y titanio la tolerancia resulta más castrante que liberadora. Si uno de los cometidos del Arte es el de servir de válvula de escape para todo tipo de disidencias e inconformismos, otra de sus funciones prioritarias es la de mostrar la cara amable del Poder. Es de esta forma como se consigue que todas las críticas, denuncias y discrepancias que se dan en su interior supongan, a contrapelo, la confirmación de la bondad y magnanimidad de quien lo promueve.

En este caso, si esto fuera realmente así y me temo que lo es, resultaría que ese supuesto Arte de izquierdas para lo que acabaría sirviendo, finalmente, es para hacerle el juego a quienes mandan –que aquí son siempre las derechas– y, entonces, yo necesitaría que alguien me aclarara cuál es el signo resultante de esta operación (en matemáticas, cuando los signos son diferentes el resultado se entiende siempre negativo).

¿Quiere esto decir que no es posible un Arte de izquierdas? No estoy seguro, pero casi. Cabe, naturalmente, seguir con la producción de Arte –tan digna y lícita como la de automóviles, por poner un ejemplo. Cabe también sentirse, actuar y comportarse de acuerdo con una cultura de izquierdas, la cual, frente a la presión de la Globalización parece concretarse más en nuevos movimientos sociales de tipo extraparlamentario que en los tradicionales partidos políticos. Ahora bien, del mismo modo que ninguno de los supuestos partidos de izquierdas con representación parlamentaria suponen un referente real ni para quienes les votan –mucho menos para estos nuevos movimientos–, ninguna producción que se considere Arte podrá nunca dejar de servir a los intereses de esta Institución –como ningún automóvil deja nunca de ser vasallo de sus verdaderos Amos (a quienes no hay que confundir con el dueño/a del vehículo).

No obstante, al margen del Arte existe todo un campo abierto para la belleza, la creatividad y la imaginación. Aunque por allí no florezcan las promesas de futuro, lo cierto es que ni las imágenes ni las palabras, ni la emoción ni el conocimiento, necesitan para nada de esta Institución. El Arte sólo nos ofrece, al menos por ahora, lo que al Museo le hace falta –al fin, lo que le demanden los que mandan– y, sea lo que sea lo que entendamos por izquierda, lo que la gente necesita en estos momentos no es, precisamente, sumarse a esta farsa y aplaudir el Espectáculo Institucionalizado. ir arriba