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Acerca de la ética y el valor

Ludwig Wittgenstein

La Biblioteca Filosófica de la UNMSM publicó en la ciudad de Lima, en 1969, el texto completo de una lección filosófica ofrecida por Ludwig Wittgenstein en la Universidad de Cambridge, ante una sociedad estudiantil llamada The Heretics, el 2 de enero de 1930. "Acerca de la ética y el valor" fue publicado por primera vez en la revista inglesa "The Philosophical Review", con el título "Wittgenstein's Lecture on Ethics" en enero de 1965. La traducción al castellano es de Augusto Salazar Bondy. [Versión PDF Imprimible]

Antes de comenzar a tratar mi tema permítanme hacer algunas observaciones introductorias. Siento que tendré gran dificultad para comunicarles mis pensamientos y creo que algunas de estas dificultades pueden disminuir si las menciono de antemano. La primera, que casi no necesito mencionar, es que el inglés no es mi lengua materna y por ello mi expresión carece a menudo de la precisión y la sutileza que son deseables cuando se aborda un tema difícil. Todo lo que puedo hacer es pedirles que faciliten mi tarea tratando de penetrar en el sentido de lo que digo, a despecho de las faltas contra la gramática inglesa que habré de cometer constantemente [1]. La segunda dificultad que quiero mencionar es la siguiente: que probablemente muchos de ustedes vienen a escuchar mi conferencia con expectativas un tanto equivocadas. Y para que ustedes vean bien de qué se trata diré unas pocas palabras sobre la razón que he tenido para elegir el tema que he escogido. Cuando su anterior secretario me hizo el honor de pedirme que diera una conferencia en esta sociedad, mi primera idea fue que ciertamente lo haría y la segunda que si tenía la oportunidad de hablar ante ustedes les hablaría sobre algo que estoy deseoso de comunicarles y que no debería estropear la oportunidad que se me ofrecía dándoles una lección sobre, digamos, lógica. Digo estropear porque para explicarles un tema científico necesitaría un curso entero y no una lección de una hora. Otra alternativa hubiera sido ofrecerles lo que se llama una conferencia de ciencia popular, esto es, una conferencia destinada a hacerles creer que entienden una cosa que en realidad no entienden y así satisfacer lo que creo es uno de los más bajos deseos de la gente de hoy, a saber, la curiosidad superficial por los últimos descubrimientos de la ciencia. Rechacé estas alternativas y decidí hablarles sobre un tema que, me parece, es de importancia para todos, con la esperanza de que pudiese servir para aclarar el pensar de ustedes sobre la materia (inclusive si ustedes están en completo desacuerdo con lo que he de decir a ese propósito). Mi tercera y última dificultad acompaña de hecho a la mayoría de las conferencias de larga duración; es la siguiente: que quien escucha es incapaz de ver a la vez el camino por el que es llevado y la meta a la cual éste conduce. De esta suerte, o bien piensa: "entiendo todo lo que dice, pero ¿adónde diablos va?", o bien piensa: "veo adónde va, pero ¿cómo diablos puede llegar allí?". Todo lo que puedo hacer es pedirles de nuevo ser pacientes y esperar que al final puedan ver tanto el camino como la meta adónde conduce.

Comencemos. Mi tema, como ustedes saben, es la ética; adoptaré la explicación de dicho término que ha dado el Profesor Moore en su libro Principia Ethica. Dice: "Ética es la investigación general de lo que es bueno". Usaré el término ética en un sentido ligeramente más amplio, en un sentido en que de hecho se incluye lo que, según creo, es la parte más esencial de lo que generalmente se llama estética. Y para hacerles ver tan claramente como sea posible lo que considero que es el asunto de la ética pondré delante de ustedes un número de expresiones más o menos sinónimas, cada una de las cuales puede ser substituida por la definición dada arriba. Enumerándolas quiero producir la misma clase de efecto que Galton produjo cuando tomó un número de fotos de diferentes caras en la misma placa fotográfica, con el objeto de obtener la imagen de los rasgos típicos que todas ellas tenían en común. Mostrándoles semejante foto colectiva podría hacerles ver cuál es, digamos, la cara china típica. Del mismo modo, si ustedes miran a lo largo de la serie de sinónimos que he de presentarles, serán, espero, capaces de ver los rasgos característicos que todos ellos tienen en común, los cuales son los rasgos característicos de la ética. Ahora bien, en lugar de decir "la ética es la investigación de lo que es bueno", podría haber dicho que la ética es la investigación de lo que es valioso o de lo que es realmente importante, o podría haber dicho que la ética es la investigación del sentido de la vida o de lo que hace la vida digna de ser vivida, o del modo correcto de vivirla. Creo que si ustedes miran todas estas frases lograrán una idea aproximada de aquello de lo que se ocupa la ética.

Pues bien, la primera cosa que sorprende con respecto a todas estas expresiones es que cada una de ellas se usa de hecho en dos sentidos muy diferentes. Los llamaré el sentido trivial o relativo, de una parte, y el sentido ético o absoluto, de otra. Si, por ejemplo, digo que ésta es una buena silla, esto significa que la silla sirve para un propósito predeterminado, y la palabra bueno tiene sentido aquí sólo en tanto y en cuanto tal propósito ha sido previamente fijado. De hecho, el término 'bueno', en el sentido relativo, significa simplemente: 'adecuado a un cierto standard predeterminado'. Así, cuando decimos que un hombre es un buen pianista, significamos que él puede ejecutar piezas de un cierto grado de dificultad con un cierto grado de destreza. Y, similarmente, si digo que es importante para mí no pescar un resfrío, significo que pescar un resfrío produce ciertas alteraciones describibles en mi vida; y si digo que tal o cual es el camino correcto, significo que es el camino correcto con respecto a cierta meta. Empleadas de este modo, tales expresiones no ofrecen ninguna dificultad o problema profundos.

Pero ése no es el modo en que la ética los emplea. Supongamos que yo pudiera jugar tenis y que uno de ustedes me viera jugar; si dijera: "Usted juega bastante mal", y yo contestara: "Lo sé, estoy jugando mal, pero no quiero jugar mejor", todo lo que podría responder sería: "Ah, ya, correcto". Pero supongamos que yo le haya dicho a alguien una mentira absurda y que él viniese donde mí y me dijese: "Se está usted comportando como un bruto", y yo le respondiera: "Sé que me comporto mal, pero no quiero comportarme mejor"; ¿podría él contestar: "Ah, ya, correcto"? Ciertamente no. Diría: "Pues bien, usted debe querer comportarse mejor". Aquí tienen ustedes un juicio absoluto de valor, mientras que el primero era ejemplo de un juicio relativo.

La esencia de esta diferencia parece ser evidentemente la siguiente: todo juicio de valor relativo es un mero enunciado de hechos y puede por tanto ser puesto en una forma tal que pierda toda apariencia de juicio de valor. En lugar de decir: "Este es el camino correcto hacia Granchester", podría decirse, igualmente: "Este es el camino que usted tiene que tomar si quiere llegar a Granchester en el menor tiempo posible". [2] "Este hombre es un buen corredor" significa simplemente que corre cierto número de millas en cierto número de minutos, etc. Ahora bien, lo que quiero sostener es que aunque todos los juicios de valor relativo son reducibles a meros enunciados sobre hechos, ningún enunciado sobre hechos puede nunca ser o implicar un juicio de valor absoluto.

Permítanme explicar este punto. Supongamos que uno de ustedes fuera una persona omnisciente y conociera por tanto todos los movimientos de todos los cuerpos del mundo animado o inanimado, y que conociera además todos los estados mentales de todos los seres humanos que hayan vivido alguna vez, y supongamos que tal hombre hubiera escrito todo lo que sabía en un grueso libro; este libro contendría entonces la descripción completa del mundo. Lo que quiero decir es que este libro no contendría nada que pueda ser llamado un juicio ético, o nada que pudiera implicar lógicamente tal juicio. Contendría por cierto todos los juicios de valor relativo y todas las proposiciones científicas verdaderas y, de hecho, todas las proposiciones que puedan ser formuladas. Pero todos los hechos descritos se situarían, por así decirlo, en el mismo nivel y, de igual modo, todas las proposiciones se encontrarían en el mismo nivel. No hay proposiciones que sean, absolutamente en ningún sentido, sublimes, importantes o triviales.

Algunos de ustedes estarán de acuerdo con esto y recordarán las palabras de Hamlet: "Nada es bueno o malo, sino que el pensamiento lo hace tal". Pero esto puede también conducir a una equivocación. Lo que Hamlet dice parece implicar que bueno y malo, aunque no son cualidades del mundo exterior, son atributos de nuestros estados mentales. Pero lo que yo quiero decir es que un estado mental, en tanto que con estas palabras significamos un hecho que podemos describir, no es bueno o malo en sentido ético alguno. Si, por ejemplo, en nuestro libro del mundo leemos la descripción de un asesinato con todos sus detalles físicos y psicológicos, la mera descripción de tales hechos no contendrá nada que pueda llamarse una proposición ética. El asesinato estará exactamente en el mismo nivel que cualquier otro acontecimiento, por ejemplo, la caída de una piedra. Por cierto que la lectura de esa descripción podrá causarnos dolor o rabia o cualquier otra emoción, o podremos leer acerca del dolor o la rabia causada por ese asesinato en otros cuando se han enterado de él pero en ello habrá simplemente hechos, nada más que hechos, y no ética.

Y ahora debo decir que si considero lo que la ética habría de ser si existiera tal ciencia, esta consecuencia me parece completamente obvia. Me parece obvio que nada que podamos nunca pensar o decir sería la cosa. Que no podemos escribir un libro científico cuyo tema sea intrínsecamente sublime y se encuentre por encima de cualquier otro asunto. Sólo puedo describir mi sentimiento mediante una metáfora: si un hombre pudiese escribir un libro de ética que realmente fuese un libro de ética, este libro destruiría con una explosión todos los otros libros que hay en el mundo. Nuestros términos, usados como los usamos en la ciencia, son recipientes capaces sólo de contener y transportar significado y sentido, significado y sentido naturales. La ética, si es algo, es supranatural, y nuestras palabras sólo expresan hechos; como una taza sólo contiene una determinada cantidad de agua, aunque yo derrame un galón sobre ella.

Digo, pues, que en lo que concierne a los hechos y las proposiciones hay sólo valor relativo y bien relativo, corrección relativa, etc. Y séame permitido antes de proseguir, ilustrar esto con un ejemplo más bien obvio. El camino correcto es el que conduce a un fin arbitrariamente predeterminado y es plenamente claro para todos nosotros que no tiene sentido hablar sobre el camino correcto con independencia de tal fin predeterminado. Veamos qué podríamos querer decir con la expresión "el camino correcto absoluto". Pienso que sería el camino que toda persona, al verlo, seguiría con necesidad lógica o se avergonzaría de no seguirlo. Y, similarmente, lo bueno absoluto, si es un estado de cosas describible, sería uno que toda persona, independientemente de sus gustos e inclinaciones necesariamente habría de realizar o se sentiría culpable de no hacerlo. Y quiero decir que semejante estado de cosas es una quimera. Ningún estado de cosas tiene en sí mismo lo que llamaría el poder coercitivo de un juez absoluto.

¿Qué tenemos, pues, en mente y qué queremos expresar quienes, como yo, estamos tentados todavía de usar expresiones como 'bueno absoluto', 'valor absoluto', etc.? Ahora bien, siempre que trato de ver claro en ello debo traer a la memoria casos en los que de seguro emplearía tales expresiones y estoy entonces en la situación en que se encontrarían ustedes si, por ejemplo, yo fuera a dar una conferencia sobre la psicología del placer. Lo que harían ustedes es tratar de rememorar alguna situación típica en que siempre experimentan placer. Porque teniendo esta situación en mente todo lo que hubiere de decirles se haría concreto y, por así decirlo, controlable. Alguien eligiría quizá como muestra la sensación que se experimenta al dar un paseo en un hermoso día de verano. Pues bien, en esa situación me encuentro si quiero fijar mi mente en lo que significo por valor absoluto o ético. Y en mi caso sucede que siempre se me presenta la idea de una experiencia particular que, en cierto sentido, es, por ello, mi experiencia par excellence [3]; y ésta es la razón por qué, al hablarles ahora, he de usar dicha experiencia como mi primer y principal ejemplo. (Como he dicho antes, se trata de una cuestión completamente personal y otros podrían encontrar otros ejemplos más llamativos).

Describiré esta experiencia con el fin de hacerles rememorar, si es posible, la misma experiencia o alguna similar, de tal modo que podamos tener una base común de investigación. Creo, que la mejor manera de describirla es decir que cuando la experimento me extraña la existencia del mundo. Y me siento entonces inclinado a emplear frases como "qué extraordinario es que algo exista" o "cuán extraordinario es que el mundo exista". Mencionaré en seguida otra experiencia que también experimento y que otros entre ustedes pudieran quizá conocer; es la experiencia que podríamos llamar de sentirse absolutamente seguro. Me refiero al estado anímico en el cual estamos inclinados a decir: "Estoy seguro, nada puede hacerme daño, pase lo que pase".

Consideremos ahora estas experiencias; creo que exhiben justamente las características que queremos hacer claras. A este respecto, la primera cosa que tengo que decir es que la expresión verbal que damos a estas experiencias carece de sentido. Si digo: "Me extraño de la existencia del mundo", estoy empleando mal el lenguaje. Expliquemos esto: tiene sentido perfecto y claro decir que me extraña que algo ocurra; todos entendemos qué significa decir que me extraña el tamaño de un perro que es más grande que cualquier otro que haya visto nunca antes o decirlo de cualquier cosa que, en el sentido común del término es extraordinaria. En todos estos casos me extraña que ocurra algo que podría concebir que no fuera el caso. Me extraña el tamaño de este perro porque podría concebir un perro de otro tamaño, a saber, el ordinario, del cual no me extraño. Decir: "Me extraña que tal o cual cosa ocurra" sólo tiene sentido si puedo imaginar que no ocurra así. En este sentido, uno puede extrañarse de la existencia de, digamos, una casa cuando la ve y no la ha visitado desde hace mucho tiempo y había imaginado que entretanto había sido demolida. Pero carece de sentido decir que me extraño de la existencia del mundo porque no puedo imaginarlo no existiendo. Puedo por cierto extrañarme de que el mundo que me rodea sea como es. Si, por ejemplo, tengo esta experiencia mientras miro el cielo azul, podría extrañarme que el cielo sea azul como caso opuesto al cielo nublado. Pero esto no es lo que quería decir. Me extraño de cualquier cosa que el cielo sea. Se estaría tentando de decir que me extraño de una tautología, a saber, que el cielo sea azul o no azul. Pero justamente carece de sentido decir que uno se extraña de una tautología.

Lo mismo se aplica a la otra experiencia que mencioné, la experiencia de la seguridad absoluta. Sabemos bien qué significa en la vida ordinaria estar seguro. Estoy seguro en mi cuarto; cuando no puedo ser atropellado por un automóvil. Estoy seguro, fuera de peligro, si he tenido tos ferina y no puedo por tanto volver a tenerla. Estar seguro significa esencialmente que es físicamente imposible que ciertas cosas me sucedan y por esto carece de sentido decir que estoy a salvo pase lo que pase. Hay aquí un mal empleo del término 'seguro', como el otro ejemplo mostraba un mal uso del término 'existencia' o de 'extrañarse'.

Ahora bien, quiero que quede bien grabado en ustedes que un cierto mal uso característico de nuestro lenguaje atraviesa todas las expresiones éticas y religiosas. Todas estas expresiones parecen ser, prima facie, símiles. Parece, de esta suerte, que cuando usamos la palabra correcto en un sentido ético, si bien lo que significamos no es correcto en su sentido trivial, es algo similar; y cuando decimos: "Este es un buen muchacho", aunque la palabra bueno no significa aquí lo que significa en la oración "Este es un buen jugador de fútbol", parece que hay alguna similaridad entre ellas. Y cuando decimos "La vida de este hombre era valiosa" no significamos lo mismo que cuando hablamos de joyas valiosas, pero parece haber alguna especie de analogía. Todos los términos religiosos parecen estar empleados en este sentido; como símiles o alegóricamente. Porque cuando hablamos de Dios y de que él ve todo y cuando nos hincamos ante él y rezamos, todos nuestros términos y acciones parecen ser partes de una grande y elaborada alegoría que lo representa como un ser humano de gran poder cuya gracia tratamos de alcanzar, etc., etc. Pero esta alegoría describe también la experiencia a que nos referimos. Porque la primera de ellas es, creo, exactamente aquello a lo que la gente se refiere cuando dice que Dios creó el mundo. Y la experiencia de la seguridad absoluta ha sido descrita diciendo que nos sentimos a salvo en las manos de Dios. Una tercera experiencia del mismo tipo es la de sentirse culpable y también ella ha sido descrita diciendo que Dios desaprueba nuestra conducta.

Así, en el lenguaje ético y religioso parecemos estar usando símiles constan-temente. Pero un símil debe ser símil de algo. Y si puedo describir un hecho por medio de un símil, debo también ser capaz de prescindir del símil y describir los hechos sin él. Ahora bien, en nuestro caso, apenas tratamos de prescindir del símil y enunciar los hechos que se nos presentan, advertimos que no hay tales hechos. Y, así, lo que al principio parecía ser un símil resulta ahora carecer de sentido.

Ahora bien, las tres experiencias que les he mencionado (y podría haber agregado otras) les parecen a quienes las han experimentado, por ejemplo a mí, que tienen en cierto sentido un valor intrínseco, absoluto. Pero cuando digo que son experiencias, ciertamente son hechos; han ocurrido entonces y allí, han durado un determinado tiempo y, consecuentemente, son describibles. Y, por lo que he dicho hace unos minutos, debo admitir que carece de sentido decir que tienen valor absoluto. Y voy a precisar más aún mi punto diciendo: "Es una paradoja que una experiencia, un hecho, parezca tener valor supranatural".

Pero hay un modo en el cual estaría tentado de encarar esta paradoja. En primer lugar consideremos nuevamente nuestra primera experiencia de extrañeza ante la existencia del mundo y permítaseme describirla de un modo ligeramente diferente. Todos sabemos en qué consiste lo que en la vida ordinaria se llamaría un milagro. Se trata simplemente de un acontecimiento cuyo igual nunca antes hemos visto. Supongamos que tal acontecimiento ocurre. Tomemos el caso de que a uno de ustedes, bruscamente, le crece una cabeza de león y comienza a rugir. Ciertamente esto sería algo de lo más extraordinario que puedo imaginar. Ahora bien, tan pronto nos hayamos recuperado de la sorpresa, lo que sugeriría sería que fuésemos a buscar a un doctor para que el caso fuera investigado científicamente y, a no ser por no causarle dolor, propondría que se hiciese una vivisección. ¿Y qué quedaría del milagro? Porque es claro que cuando consideramos el caso de esta manera ha desaparecido todo lo milagroso. A menos que con este término signifiquemos solamente que un hecho no ha sido aún explicado por la ciencia, lo cual a su vez significa que aún no hemos sido capaces de agrupar el hecho con otros dentro de un sistema científico. Esto muestra que es absurdo decir: "La ciencia prueba que no hay milagros". La verdad es que el modo científico de considerar un hecho no es el modo de considerarlo como un milagro. Porque sea cual fuere el hecho que se imagine no es en sí mismo milagroso en el sentido absoluto de este término.

De donde vemos que hemos estado usando el término "milagro" en un sentido absoluto y en un sentido relativo. Y ahora describiré la experiencia de extrañarse de la existencia del mundo diciendo: es la experiencia de ver el mundo como un milagro. Estoy tentado de decir que la correcta expresión, en el lenguaje, del milagro de la existencia del mundo, aunque no es ninguna proposición en el lenguaje, es la existencia del lenguaje mismo.

¿Pero qué significa entonces el ser consciente de este milagro en ciertos momentos y no en otros? Porque todo lo que he dicho trasladando la expresión de lo milagroso de una expresión por medio del lenguaje a la expresión por la existencia del lenguaje, todo lo que he dicho es que no podemos expresar lo que queremos expresar y que todo lo que decimos sobre lo milagroso absoluto sigue careciendo de sentido. Ahora bien, la respuesta a todo esto parecerá perfectamente clara a muchos de ustedes. Ustedes dirán: bien, si ciertas experiencias nos incitan constantemente a atribuirles una cualidad que llamamos importancia y valor ético o absoluto, esto muestra simplemente que por estas palabras no significamos algo que carece de sentido, que, después de todo, lo que significamos diciendo que una experiencia tiene valor absoluto es precisamente un hecho al igual que otros y que lo que ocurre es que no hemos acertado aún a encontrar el análisis lógico correcto de lo que significamos mediante nuestras expresiones éticas y religiosas.

Cuando se me apremia al respecto veo en seguida claramente, como si fuera en un fogonazo, no sólo que ninguna descripción en que pudiese pensar describiría lo que significo por valor absoluto, sino que rechazaría toda descripción significativa que cualquiera pudiese sugerir, ab initio, sobre la base de su significatividad. Es decir, veo ahora que estas expresiones carentes de sentido no carecían de sentido porque no había encontrado aún las expresiones correctas, sino porque su falta de sentido era justamente su esencia. Porque lo que yo quería hacer con ellas era precisamente ir más allá del mundo y esto es como decir más allá del lenguaje significativo. Mi tendencia total, y creo que la tendencia de todos los hombres que han intentado escribir o hablar sobre ética o religión, era arremeter contra los límites del lenguaje. Este arremeter contra las paredes de nuestra prisión es cabal y absolutamente sin esperanza. En tanto la ética surge del deseo de decir algo sobre el sentido último de la vida, sobre lo bueno absoluto, sobre lo valioso absoluto, no puede ser ciencia. Lo que dice no agrega nada a nuestro conocimiento en ningún sentido. Pero es un documento de una tendencia del espíritu humano que yo personalmente no puedo menos de respetar profundamente y que nunca ridiculizaría.[4]
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Notas:

1. Augusto Salazar Bondy menciona que estas dificultades con el inglés no se aprecian en absoluto. (Nota de Cravan Editores) regresar
2. En el texto inglés se repite aquí 'right' (correcto), pero es obvio que la frase equivalente no debe contener esta palabra. regresar
3. Por excelencia. En francés en el original. regresar
4. Addenda: Conversaciones con Ludwig Wittgenstein*
-- "El hombre tiene la tendencia a arremeter contra los límites del lenguaje. Piense, por ejemplo, en el asombro de que algo exista. El asombro no puede ser expresado en la forma de una pregunta; no hay tampoco ninguna respuesta; todo lo que podemos decir no puede ser a priori sino un sin sentido. Kierkegaard también vio este arremeter e incluso lo caracterizó de una manera similar (como un arremeter contra la paradoja). Este arremeter contra los límites del lenguaje es la ética."
-- "¿Es el valor un estado de espíritu determinado? ¿0 una forma inherente a ciertos datos de la conciencia? Respondería: cualquier cosa que se me dijese la rechazaría no porque la explicación sea falsa sino porque es una explicación."
-- "Si se me dice algo que es una teoría, diría: ¡No, no, eso no me interesa! Aún cuando la teoría fuese verdadera no me interesaría, no sería nunca lo que busco. Lo ético no se puede enseñar. Si pudiera explicarle a otro la esencia de lo ético mediante una teoría, lo ético no tendría absolutamente ningún valor."
-- "Al final de mi conferencia sobre ética hablé en primera persona. Creo que esto es algo esencial. Aquí nada más puede ser constatado; sólo puedo aparecer como una personalidad y hablar en primera persona."
-- "Puedo tan sólo decir: no subestimo esta tendencia humana; me saco el sombrero ante ella. Y aquí lo esencial es que ésta no es una descripción sociológica sino que hablo por mí mismo."
-- "Para mí los hechos carecen de importancia. Pero siento en el corazón lo que los hombres significan cuando dicen: el mundo está allí."

* Palabras de Ludwig Wittgenstein anotadas por Friedrich Weissman entre el 30 de diciembre de 1929 y el 17 de diciembre de 1930, durante reuniones sostenidas en casa de Moritz Schlick
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